martes, 3 de julio de 2012

EL CENTÉSIMO MONO

Durante treinta años, un grupo de científicos se dedicó a estudiar las colonias de monos que habitaban diversas islas, separadas entre sí, en las inmediaciones de las costas del Japón.

A fin de hacer que los monos bajaran de los árboles para poder estudiarlos de cerca, los investigadores solían arrojar boniatos en la playa a modo de cebo, y cuando los monos acudían a saborear el almuerzo gratuito, tenían la ocasión de observarlos en detalle cómodamente.

Un buen día, una mona de dieciocho meses a la que llamaban Imo se acercó a lavar su boniato en el mar antes de comérselo; supongo que sabía mejor limpio de arena o de pesticidas, o quizá adquiría de ese modo un ligero gusto salado que resultaba agradable al paladar.

Imo enseñó a hacer esto a sus compañeros de juegos y a su madre, sus compañeros se lo enseñaron a las suyas, y paulatinamente fueron cada vez más los monos que empezaron a lavar sus boniatos en lugar de comérselos rebozados en arena.

Al principio solo las hembras adultas, a imitación de sus crías, aprendieron a hacerlo, pero poco a poco otros aprendieron también.

Al cabo de un tiempo, los científicos se dieron cuenta de que todos los monos de la isla lavaban sus boniatos antes de llevárselos a la boca.

Pero, aún cuando éste era un hecho significativo, fue aún más fascinante descubrir que aquella alteración de la conducta no se había producido es esta isla únicamente, sino que, de pronto, los monos de todas las demás islas habían empezado también a lavar sus boniatos a pesar de que nunca había existido contacto directo entre las colonias de monos de unas islas y otras.

El centésimo mono era el hipotético mono que anónimamente había inclinado la balanza de forma decisiva para la especie: aquel cuyo cambio de conducta significó que todos los monos, a partir de este instante, lavarían los boniatos antes de comérselos.


A modo de alegoría, El centésimo mono alienta la esperanza de que cuando un número decisivo de personas transforme su actitud o su comportamiento, la cultura en su totalidad se transformará.

Una sola persona podría completar la Masa Crítica, y desencadenar un nuevo conocimiento para toda la humanidad.

Lyall Watson, comparte su teoría en el libro: Lifetide: a biology of the unconscious (La marea de la vida: una biología del inconsciente). Este autor escribió lo siguiente: 

"Una vez se aprende a pensar en la vida de esta forma más amplia, una vez que se puede resistir a la vieja tentación de dividir las cosas en pequeñas piezas convenientes y totalmente artificiales, algunas zonas de este rompecabezas que llamamos vida empiezan entonces a ponerse en su sitio por propio acuerdo, estableciendo conexiones que, de otra forma, son muy difíciles de ver. Rompemos las viejas barreras de percepción y comprensión, como las divisiones –creadas por nosotros- que hacemos entre plantas y animales, divisiones que nos fuerzan a afirmar que la zoología y la botánica son disciplinas separadas, que exigen diferentes profesores y diferentes departamentos universitarios. Todo este asunto es ridículo".

No sé si es cierto, pero es hermoso. Puede que se trate de uan bella metáfora, pero reconozcamos que la humanidad ha hecho grandes cosas que han cambiado el rumbo de la historia basándose en suposiciones y creencias, es decir, teniendo fe, creo que es bueno pensar que cada uno de nosotros puede ser ese centésimo mono que provoque un cambio de conciencia bueno para los humanos y el planeta.

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